Algo ha cambiado. Hace unos años me
faltaba el tiempo para salir, no sabía ni de que color eran las paredes de mi
habitación, sólo entraba en ella para dormir, y a veces ni eso. Pasaba las
noches en vela por lugares de los cuales conservo vagos recuerdos. Cogía
trenes, autobuses y metros, todo para ir a no sé que sitio, para no saber cómo
volver. Las noches se me hacían cortas y contaba las horas del día que quedaban
para mi siguiente aventura.
Ahora, desde mi cama pienso en como fui
capaz de hacer tales cosas. Me entra la risa. Sé que ya nunca volverá a ocurrir
nada parecido. Los personajes de aquellas historias ya no son los mismos, yo ya
no soy la misma.
Estoy tumbada en mi habitación, mi
cueva, mi respiro. Mi mejor plan es una buena película y algunos cigarros. Ya
no me ocurre nada interesante, ahora las historias descabelladas le ocurren a
los actores, que durante una o dos horas me hacen vivirlo todo sin moverme de
estas cuatro malditas paredes.
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