Estoy cansada. Mi vida es una gran llanura, sin ningún cambio de rasante que rompa con la rutina.
Todo el día en el mismo sitió, y con los mismos culos. De vez en cuando, me cae la breva, y me presentan a un culo nuevo. Al principio son adorables y respetuosos, pero cuando cogen confianza, empiezan a traer a sus colegas los pies y varios personajes más que no quiero ni nombrar.
A menudo, me sacan de mi posición natural, y me llevan a otro lugar, muy húmedo por cierto, pero eso son apenas 4 horas. Pasado este corto periodo de tiempo, vuelvo.
El otro día llego lo que había esperado toda la vida: un culo inexperto.
Al principio se le veía tranquilo, pero a medida que el tiempo pasaba, el culo se iba tensando más. Yo, era la causa directa de su desesperación. A mi me gustaba. Aquel inocente culo, me estaba destensando mis atrofiadas esquinas, era un gozo, aunque al parecer él no pensaba lo mismo.
Me brindó unas miradas de altanería y desapareció. Nunca he sabido más de ese culo. Señores, el gozo es efímero, y más para una funda de sofá como yo.
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