miércoles, 14 de diciembre de 2011

Avaricioso, comparte tus desgracias.


-Aléjate de mí, que nada bueno te puede suceder a mi lado. Soy una bala perdida -me decías una y otra vez-. Voy a lugares donde no debo ir, escucho música que no debería escuchar, fumo cosas que no debería fumar… La gente se aparta de mí, les hago daño, pero es algo que no puedo evitar, soy así de cabrón. Dicen que la felicidad es la contemplación de las desgracias ajenas, no les falta razón. Solo te puedo dejar un consejo que, tal vez, algún día te sirva: vive la vida y aléjate de personas como yo.

-Sé que no eres como la gente espera que seas. Sé que no tienes rumbo, y que tampoco quieres tenerlo. Me encantan los sitios prohibidos porqué están menos frecuentados por gilipollas, me encanta cada melodía que guarda el odio y la rabia de alguien y, por supuesto, quiero respirar humo verde. Y sí, la felicidad es la desgracia de otro, suena duro y la gente se sorprende cuando alguien lo dice, pero es lo que hay, la gente se asusta de cualquier cosa que se salga de unos parámetros establecidos por nosequien. Entérate de que no me puedes hacer más daño del que ya me han hecho y no puedo hundirme más porqué estoy de mierda hasta el cuello. Por último te diré una cosa que a lo mejor algún día te sea útil: la desgracia compartida es más divertida.

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