Nuevos sitios, nuevas sensaciones. Aparentemente todo estaba dentro de lo normal, el sol seguía saliendo, los pájaros cantando y los niños disfrutando como nunca de su metro cuadrado de playa. Sin embargo algo se salía de los parámetros establecidos.
Siempre está bien vivir experiencias nuevas, pero para una persona como yo, cualquier hecho que sobrepase los límites del racionalismo, supone una carga mental. Allá donde miras te encuentras preguntas sin respuestas, sucesos inexplicables, que por más que intentas asimilarlos y situarlos en algún lugar de tu cabeza, no hacen más que interrumpir tu rutina, y las horas de sueño se convierten en horas interminables de un recorrido por callejones sin salida. Y como siempre, no encuentras una escapatoria válida y acabas subiéndote por las paredes. Por suerte siempre acabas bajando, pero como todo siga igual, algún día la mejor opción sera el vació, la nada. Siempre es mejor volar que nadar en mierda, que huele mal.
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