Desiertos de polvo, falta aire y sobran decibelios. Levantas la cabeza y no logras ver más que una multitud sin fin con los brazos en el aire, desprendiendo por cada punta de sus dedos una dosis de placer extremo. El ambiente está húmedo, mojado, sudado. Un poco más arriba de ese mar de individuos, corre una brisa que a la vez que alivia, estremece y provoca.